más que un contenedor de agua

más que un contenedor de agua

Los Depósitos de Santa Isabel no solo se llenan de agua, sino también de sentido arquitectónico. Más allá de su uso específico, existen estructuras arquetípicas que se repiten a lo largo de la historia. Sus propiedades geométricas, constructivas y espaciales hacen de ciertos tipos arquitectónicos un elemento recurrente. Esto sucede con el tipo empleado para la construcción de los depósitos de Santa Isabel: la sala hipóstila.

Una sala hipóstila (del griego hypóstȳlos, hypó significa «bajo», y stŷlos, «columna») consiste en un recinto cuya cubrición está sostenida por un grupo de columnas. Su lógica constructiva, su racionalidad, su economía de recursos y su capacidad de significación a través del valor arquitectónico de la repetición, hacen de la sala hipóstila una estructura arquitectónica muy polivalente, que encuentra numerosos y trascendentes ejemplos a lo largo de toda la historia de la arquitectura.

Desde los templos egipcios hasta la arquitectura contemporánea, el bosque artificial de columnas representa un paradigma tectónico empleado en numerosos y variopintos escenarios. Baste con citar, entre los múltiples ejemplos existentes, el Templo de Edfu, la Mezquita de Córdoba, la Sala de las cien columnas del Parque Güell en Barcelona, construida por A. Gaudí, la Biblioteca Nacional de Francia, de H. Labrouste, las oficinas Johnson Wax de F.L. Wright, el vestíbulo de la Asamblea de Chandigarh en India, de Le Corbusier, la ampliación de la Estación de Atocha en Madrid, de R. Moneo, el aeropuerto de Stansted en Londres, de N. Foster, el pabellón de España para la exposición de Bruselas, por J.A. Corrales y R. Molezún, el crematorio Baumschulenweg de Berlín, de Schultes Frank Arquitectos o la biblioteca de la ciudad de Pekín, de Snohetta.

Además de su continuidad a lo largo de distintas épocas y su incontestable vigencia, cabe destacar el carácter polivalente de la sala hipóstila. De los ejemplos mencionados se deduce que el tipo constructivo es capaz de albergar cualquier tipo de uso. Desde el culto hasta la cultura, este tipo de continente admite todo tipo de contenido, ya sean ordenadores, libros, trenes, aviones, dioses, personas o agua, como sucede en los Depósitos de Santa Isabel. Su uso es indiferente, cumple cualquier función. Es decir, funciona y lo hace con éxito.

Quizá esto se deba al carácter esencial de la edificación, que permite desarrollar temas centrales de la arquitectura como la proporción, la geometría, la entrada de luz o el encuentro entre los soportes verticales y la cubrición horizontal. Un grato ejercicio resulta la revisión de los ejemplos anteriormente expuestos, aparentemente similares, desde esos parámetros, para encontrar las claves que residen en sus diferencias.

Los contenedores de agua que abastecen a gran parte del centro de Almería ejemplifican la fuente inagotable de conocimiento que supone la abstracción de muchas infraestructuras urbanas. En ellas han centrado su atención numerosos artistas, como los fotógrafos Bernd y Hilla Becher, que registraron el paisaje industrial del siglo XX. De estos artefactos se pueden obtener reflexiones verdaderamente provechosas y extrapolables a otros ámbitos.

Frente al lenguaje demasiado directo y evidente con que se construyen ciertos edificios en la actualidad (muy especialmente en el ámbito residencial) exclusivamente preocupados por su uso programático, los Depósitos de Santa Isabel, gracias a su sala hipóstila, invitan a reflexionar sobre la conveniencia del carácter abstracto y poco evidente en la Arquitectura.

La Arquitectura debe atender, además de al programa funcional, a las funciones del alma. Georges Perec apunta al respecto y con acierto en su libro Especies de Espacios: “Varias veces intenté pensar en un apartamento en el cual existiese una habitación inútil, absoluta y deliberadamente inútil. No habría sido un trastero, no habría sido un cuarto suplementar, ni un pasillo, ni un cuartito, ni un rincón. Habría sido un espacio sin función. No habría servido a nada, no habría remitido a nada.”. A lo que cabe añadir “habría servido para todo”.

Ojalá la oportunidad que brinda la interesante visita a los Depósitos de Santa Isabel demuestre la sed de continuidad que presenta la Arquitectura y promueva la aparición de una nueva sala hipóstila en Almería, encargada de responder a una nueva función, pero con igual intensidad y acierto.

© Visita a los Depósitos de Santa Isabel (2024) Fotografía de José Maldonado Felices.